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23 de junio de 2013

El purgante


Newton Alonzo Wells (1852-1923). Castor Oil (1891)

Se tapa la boca y mira a su madre con gesto lastimoso mientras ésta, convencida de sus efectos beneficiosos, por muy desagradable que sea su sabor, se dispone a darle una cucharadita del medicamento. Seguramente, no es la primera vez que el pobre niño se ha visto obligado a vencer las náuseas e ingerir el aceite de ricino.

Así nos lo muestra en este precioso cuadro, a finales del siglo XIX, el pintor y profesor de la Universidad de Illinois Newton Alonzo Wells.

El aceite de ricino, mal llamado también aceite de castor por su nombre en inglés, castor oil, procede realmente de una planta cuyo nombre científico es Ricinus comunis. Se ha usado con fines medicinales desde la antigüedad y aún hoy se sigue utilizando porque se le atribuyen -con no demasiado fundamento científico- múltiples indicaciones. No obstante, a lo largo de la historia, su uso más común ha sido como purgante; aunque en la actualidad, afortunadamente, se emplea fundamentalmente en cosmética.


15 de enero de 2013

Erasístrato, Antíoco y Estratonice: o cómo un médico del siglo III a.C. diagnosticó y trató el “mal de amor” del hijo del rey Seleuco


Theodoor van Thulden (1606-1669). Erasístrato descubre la enfermedad de Antíoco ante
Estratonice y Seleuco (c.1640)
Óleo sobre lienzo, 220 x 164 cm.
Colección Privada

Más que por sus investigaciones anatómicas y fisiológicas sobre el sistema nervioso, el corazón y la circulación de la sangre o el aparato digestivo, el médico griego Erasístrato ha pasado a la historia a través del arte por un curioso suceso del que fue protagonista. Ocurrió cuando Erasístrato, eminente figura de la Escuela de Alejandría, ejercía como médico personal de Seleuco I Nicátor, uno de los generales de Alejandro Magno que se repartieron su imperio, tras la muerte de éste, reinando sobre Babilonia y Siria. Plutarco nos narra lo sucedido, con todos los detalles, luego lo mencionan Apiano, Luciano de Samósata y Plinio, y hasta el mismo Galeno escribió sobre ello.[1] Pero nosotros lo vamos a conocer de la mano del venezolano Joaquín Díaz González, que en su Historia de la Medicina en la Antigüedad nos dice:

“Según nos cuenta Plutarco en la vida de Demetrio, y Luciano de Samósata en La Diosa Siria, Erasístrato, durante su estada en la corte de Seleuco Nicátor, curó al hijo de este rey, Antíoco, el cual sufría de una enfermedad misteriosa, enfermedad de consunción que ya le había provocado deseos de suicidio, lo cual preocupaba sobremanera al rey. Erasístrato, tan psicólogo como gran médico, puso todo su empeño en salvar al príncipe. Al efecto en la cámara de éste recurrió a la siguiente estratagema: fue llamando a todas las personas jóvenes y hermosas del palacio, y a medida que comparecían iba observando atentamente a Antioco, examinándole también el pulso, la acción del corazón, hasta que al presentarse la bella Estratonice, madrastra del príncipe y quien ya había tenido un hijo de Seleuco, se manifestaron en el enfermo todos los síntomas del amor, como palpitación violenta del corazón, alteración del pulso, mudanza de color, dificultad en hablar, conmoción. Una vez descubierta la causa de la enfermedad, el médico recurrió a un nuevo ardid, pues dijo a Seleuco que Antioco padecía una enfermedad incurable, y agregó: ‘Ama a mi mujer, y yo a nadie la cedo’. El rey entonces suplicó a Erasístrato para que no rehusase la mujer a su hijo, salvando así la salud de éste y la felicidad del reino. ‘Injusto es lo que me pides –respondió el otro- quieres quitarme la mujer y atropellarme a mí, a tu médico. Si el amor fuese a tu esposa, ¿qué harías tú que me exiges semejante sacrificio?’. A lo cual el monarca contestó diciendo que en tal caso él no vacilaría en entregar la madrastra y hasta el reino al hijo. ‘¿Para qué me suplicas? –dijo el médico-. De tu mujer está enamorado. Lo que te he dicho era todo mentira’. En efecto, el rey casó a Antíoco con Estratonice, cediéndole además el reino o provincias altas. Y Plinio el Naturalista agrega que por esta cura maravillosa Erasístrato recibió el magnífico regalo de cien talentos.”[2]

Con el tiempo, sobre todo durante los siglos XVII, XVIII y XIX, este relato sirvió de inspiración para un buen número de artistas, que lo representaron en sus obras. Los músicos, Christoph Graupner (1708), Honoré Langlé (1786) y Dmitry Bortniansky (1787), entre otros, escribieron óperas sobre el complicado amor de Antíoco y Estratonice, en las que el médico Erasístrato desempeña un papel fundamental. Aunque la ópera más famosa, sin duda, es la Stratonice que Étienne-Nicolas Méhul estrenó en 1792. Antes, Luca Assarino ya había contado la historia en verso; y Philippe Quinault (1657) o Barnabé Farmian Durosoy (1786) la habían llevado al teatro. Entre los pintores –limitándonos, tan solo, a los que vivieron durante los tres siglos arriba apuntados- sabemos que Felice Ficherelli (1603-1660), Gerard de Lairesse (1640-1711), Antonio Bellucci (1654-1726), Adriaen van der Werff (1659-1722), Gaspare Diziani (1689-1767), Pompeo Batoni (1708-1787), Johann Eleazar Schenau (1737-1806), Jacques-Antoine Vallin (1760-1831) o Alexandre-Charles Guillemot (1786-1831) dieron color a la escena en sus lienzos. Aunque los cuadros más famosos son, sin duda, los de Jacques-Louis David (1748-1825), una auténtica maravilla de la pintura neoclásica francesa, o los de su discípulo Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867), quien pintó la historia de Erasístrato, Antíoco, Estratonice y Seleuco, al menos cinco veces durante su larga vida. Sin embargo, en esta ocasión, hemos elegido para ilustrar estas páginas una de las pinturas menos conocidas sobre el tema. Había sido atribuida a Rubens; pero su autor parece ser el pintor barroco flamenco Theodoor van Thulden (1606-1669), que la realizó alrededor de 1640.

En los ricos aposentos de Antíoco, el médico Erasístrato, un respetable anciano, toma el pulso a su macilento paciente ante la bella Estratonice y el rey Seleuco, que permanece expectante en la sombra: atento, como toda la corte, a lo que el médico tenga que decir… Y el gesto de Erasístrato lo dice todo…  Ya conocemos la historia.

Inteligencia, una bien desarrollada capacidad de observación, gran conocimiento de su ciencia y algo de astucia: esas eran las cualidades que permitieron a Erasístrato diagnosticar y tratar la grave afectación de Antíoco; aunque, como apostilla Briceño-Iragorry: “el amor y no la enfermedad era su mal”.[3] Con tres palabras, en latín, el pintor lo resumía todo escribiendo en el reverso de su obra: “Prudentia relevant amorem”… La sabiduría ayuda al amor.

Como ilustración musical de esta historia, nada mejor que el aria de Antioco, de la ópera Stratonice, obra de Étienne-Nicolas Méhul:



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. RUIZ DE ELVIRA, Antonio (1973): “Mito y novella”. Cuadernos de Filología Clásica, 5: 15-52. [Disponible en: http://revistas.ucm.es/index.php/CFCA/article/view/CFCA7373110015A/34963; consultado el 4 de enero de 2013].
2. DÍAZ GONZÁLEZ, Joaquín (1950): Historia de la medicina en la antigüedad. 2ª ed. Barcelona; Barna: 185-186.
3. BRICEÑO-IRAGORRY, Leopoldo (2006): Diagnóstico del amor; el amor y no la enfermedad era su mal. En: LÓPEZ, José Enrique y BRICEÑO-IRAGORRY, Leopoldo: Colección Razetti. Volumen II. Caracas; Ateproca: 507- 514. [Disponible en: http://www.anm.org.ve/FTPANM/online/2009/Coleccion_razetti/Volumen2/09.%20Brice%C3%B1o%20L%20(507-514).pdf; consultado el 4 de enero de 2013].

7 de diciembre de 2012

El niño que nació del árbol de la mirra


Marcantonio Franceschini (1648-1729). El nacimiento de Adonis (c.1685-1690)
Óleo sobre cobre. 48,5 x 69 cm.
Staatliche Kunstammlungen. Dresde

La mitología nos cuenta uno de los nacimientos más extraordinarios que podamos imaginar: el del bello Adonis.

Por motivos que se explican de diversas maneras, Mirra, hija de Tías, rey de Asiria, cometió incesto con su propio padre. Éste, al darse cuenta de lo sucedido, mata a su hija y amante ocasional... Pero entonces interviene Afrodita, siempre atenta a estos asuntos, y para mantener con vida a la joven la convierte en árbol, el árbol de la mirra ¡claro! Al cabo de los meses, cumplido el tiempo propio de un embarazo, no se sabe si mediante un oportuno flechazo o gracias a un jabalí que pasaba por allí y decidió afilar sus colmillos en la princesa convertida en arbolito, por la herida del árbol ve la luz Adonis.

En el cuadro del pintor boloñés Marcantonio Franceschini (1648-1729) vemos junto al árbol, de apariencia claramente femenina, a ninfas curiosas, faunos sorprendidos y amores preparando los paños para envolver a la criatura, mientras Afrodita -que, en esta ocasión parece haber ejercido también de partera- entrega al recién nacido a una de las ninfas para que se encargue de su crianza. Empezaba así, desde su mismo nacimiento, la apasionada relación entre Adonis y Afrodita (o Venus, para los romanos).

¡Extraño parto, sin duda!

Por la misma época que el italiano pintaba su cuadro, el músico español Tomás de Torrejón y Velasco (1644-1728), nacido en Villarrobledo (Albacete) y afincado en el Perú, estrenaba en Lima La Púrpura de la Rosa, que narra los amores de Venus y Adonis, con un libreto basado en textos de Calderón de la Barca.


25 de noviembre de 2012

Dino Valls: pintor médico


Dino Valls. Dies irae (2012)
Óleo sobre tabla
Políptico de 7 piezas: 74 x 100 cm.

"Las figuras de Dino Valls tienen algo de la belleza anémica de Boticelli, de los fototipos nórdicos de ascendencia celta o vikinga, rostros holandeses y gestos mediterráneos. Hay en sus cuadros mucha pasión por Dante Alighieri y por el jesuita alemán Athanasius Kircher, hay simbología de la cábala, de la alquimia y del psicoanálisis. Hay también una crítica a la ciencia más despersonalizada, la que clasifica, la que disecciona con frialdad afilada, la que describe el dolor y el sufrimiento con analítica morbosidad, la que observa el mundo desde la cómoda objetividad de la distancia."

La cita pertenece al artículo que el Profesor Fernández de la Gala dedicó al artista en la revista Panace@, cuyo texto completo se puede leer -y recomiendo hacerlo- en el siguiente enlace: "No son cuadros, son espejos. Un itinerario simbólico por las páginas de Panace@".

Dino Valls es un pintor español nacido en Zaragoza, en 1959. En 1982 se licenció en Medicina y Cirugía en la Facultad de Medicina de su ciudad natal. Desde entonces se dedica exclusivamente a la pintura. Nunca ha ejercido la medicina; sin embargo, su formación médica se pone de manifiesto constantemente en su obra: "...en sus cuadros -como se señala en la web de Anatomía Patológica, Pathos.es- está la impronta de sus estudios de Medicina, la anatomía de sus cuerpos, sus referencias implícitas y explícitas a las patologías físicas y psíquicas y su simbología en la que hay innumerables elementos de material e instrumentación médica."

En YouTube podemos encontrar numerosas referencias a Dino Valls y su obra. Entre ellas, hemos elegido este vídeo de sabhti:


Les dejo, a continuación, el enlace a la magnífica página web del pintor:


Lilo Mor, artista, en el más amplio sentido de la palabra, y enamorada de la obra de Dino Valls, como yo, ha tenido el generoso detalle -que le agradezco infinitamente- de obsequiarnos con uno de sus libros sobre el pintor zaragozano, que podemos ver en el enlace que adjunto a continuación. No dejen de pasar sus páginas, por favor, se entusiasmarán con lo que van a encontrar:



*Actualizado el 1 de diciembre de 2012.


4 de noviembre de 2012

¡Y tenía corazón!


Enrique Simonet (1866-1927). "Anatomía del corazón" (1887),
también conocida como "La autopsia" o, popularmente, "¡Y tenía corazón!"
Óleo sobre lienzo. 177 x 291 cm.
Propiedad del Museo del Prado, en depósito en el Museo de Bellas Artes de Málaga

(Se puede ampliar la imagen pulsando sobre ella)


En estos días de noviembre resulta inevitable pensar en la muerte. Y creo que conviene hacerlo... Pensando en ella me vino a la memoria este cuadro que Enrique Simonet pintó en 1887. Es una obra sublime, técnicamente perfecta y cargada de emotividad. Pero, también, da pie a la reflexión...

"Memento mori" le repetían continuamente al oído a los generales romanos victoriosos mientras desfilaban celebrando su "Triunfo". Nadie se lo dijo, seguramente, a la joven -una prostituta ¿quizás?- que yace sobre la fría losa de mármol. Su evidente belleza desaparecerá. Su vida ya es pasado. Y el viejo médico, contemplando el órgano que tiene es su mano, se queda absorto, pensando... "¡Y tenía corazón!".


Para más información sobre la vida y la obra de Enrique Simonet Lombardo, véase el extracto de la revista Jábega, publicado por el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA). Y, sobre el cuadro, el comentario que le dedica el Portal de Museos de Andalucía.


14 de septiembre de 2012

La mano de Goltzius


Hendrick Goltzius (1558-1617). "Mano derecha del autor" (1588)
Dibujo a pluma y tinta marrón. 23 x 32,2 cm.
Teylers Museum. Haarlem

Cuando era niño, Hendrick Goltz (luego latinizaría su apellido como Goltzius) sufrió una grave quemadura en su mano derecha que le causó secuelas permanentes. La mano quedó deforme e incapacitada para realizar sus funciones con normalidad. Sin embargo, a pesar de su minusvalía Goltzius llegaría a ser uno de los grabadores y pintores más importantes de su época.

Según su amigo, el pintor, historiador del arte y poeta, Karel van Mander (1548-1606), Goltzius dibujaba y pintaba con la mano izquierda; pero grababa con la derecha, y había aprendido a sujetar el buril con más firmeza que otros, desarrollando la musculatura de todo el miembro superior derecho.

Goltzius nunca dejó de prestar una atención especial a su mano lesionada, y la representó en numerosas ocasiones, como en los cuatro estudios que podemos ver a continuación:


Hendrick Goltzius (1558-1617). "Cuatro estudios de su mano derecha" (c.1588/1589)
Städelsches Kuntsinstitut. Frankfurt

Pero, ciertamente, sus limitaciones orgánicas y funcionales no impidieron que, por la belleza y perfección de sus obras, se convirtiera en uno de los más renombrados grabadores y pintores del norte de Europa, entre finales del siglo XVI y principios del XVII. Su habilidad para el dibujo queda patente en este autorretrato realizado cuando contaba treinta y cinco o treinta y seis años de edad.


Hendrick Goltzius (1558-1617). Autorretrato (1593/94)
Dibujo coloreado con carboncillo, tizas y acuarelas
Albertina. Viena

*La primera versión de esta entrada se publicó en Medicina, Historia y Arte el 20 de agosto de 2012.

7 de julio de 2012

Ilustración anatómica de una mujer embarazada (Siglo XVIII)



¿Cómo calificaríamos esta ilustración anatómica de una mujer embarazada, del francés Jacques Fabien Gautier d'Agoty (1716-1785)?

Realmente, merece la pena detenerse un rato a admirar la obra de este ilustre antecesor de Sobotta y Netter.

*La versión original de esta entrada se publicó en el blog Medicina, Historia y Arte el 24 de junio de 2012.

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